jueves, 20 de diciembre de 2012

El horno, ese gran desconocido

Hace mucho, mucho tiempo, cuando era algo más joven que ahora, estaba todo el día haciendo galletas y bizcochos en la cocina. O al menos esa es la imagen mental que tengo de mi misma en la niñez. Según mi madre eso son más imaginaciones mías que otra cosa, un día debí meterme a cocinar y ya se sabe cómo funcionan las cosas, y más en concreto el tiempo, en la mente de los niños...

Mar de pequeña cocinando, según Mar

Así que en este caso, y sin que sirva de precedente, he decidido fiarme de mi madre y asumir que en mi puñetera vida he cocinado algo más allá de pollo a la plancha con ensalada o una tortilla (francesa, of course, la española es para nota), sin olvidarnos de la pasta y las socorridas pizzas (Casa Tarradellas) al microondas. 

¿Horno? ¿Eso qué es? Me suena.... Ah, ya sé! Son esos armarios con botones que hay en las cocinas debajo de los fuegos y que suelen hacer un ruido de mil demonios por la noche cuando el resto de la casa está en silencio... Malditos... Dicen que hacen algo más aparte de ruido, pero no es algo que esté avalado por ningún estudio serio.

Creo que podría haber contado con los dedos de una mano las veces que he usado un horno desde que me vine a Madrid. Me sobrarían bastantes. Probablemente 4 (ehhhh! pensabais que 5, ¿verdad? Pues no!! Lo usé una vez!! Me impactó tanto que aun lo recuerdo). 

Nuestra relación no era conflictiva ni tortuosa, nada de eso. Ni siquiera merecería llamarse relación porque nos ignorabamos mutuamente, excepto por los golpes a las 2 de la mañana esperando que dejara de hacer tictictic como si fuera a estallar de un momento a otro. Y así vivíamos felices, él en su dolce far niente, y yo dandole caña a la sartén.

Pero un día, de repente, todo eso cambió. Parece ser que a la vez que te dan el carnet de madre te implantan una repentina afición a la repostería, cuanto más mona mejor. Yo creo que se trata de una mejora  evolutiva artificial de la especie, porque con madres reposteras es más fácil controlar el nivel de colesterol de los retoños cuando empiezan a pedir bollicaos. Así que te dan un par de años para que vayas practicando, no vaya a ser que envenenes al crío, que no es plan.

Y en esa fase me encuentro, asomando la nariz al mundo de repostería mona, y ya que estamos haciendo panes y pizzas caseros, que lo hecho en casa sabe mejor (esta frase también va con el carnet de madre, antes de que te lo den no se puede utilizar, así que mucho ojito!).

2 comentarios:

  1. Qué loca! Yo tampoco te recuerdo cocinando de pequeña. La mente humana es un misterio... :p

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